Primeras impresiones de Camboya – Parte 1
¡Qué difícil es empezar cuando una tiene tantas cosas que contar! Vamos a intentar plasmar en no demasiadas palabras, esperemos, por vuestro bien, nuestra experiencia en Camboya. Un grupo de 7 mujeres nos embarcamos en una aventura a este país durante 11 días, y queremos contaros nuestras impresiones una vez hemos aterrizado en la rutina.
Sinceramente, Camboya nunca había formado parte de uno de los países prioritarios a los que ir. Es un país que pasa desapercibido, que sabes que está ahí, pero que aparece escondido tras la fama de sus vecinos, Tailandia y Vietnam. Es como el plan B, el complementario al que ir para ver la obligada visita de Angkor.
Por casualidades de la vida, se nos presentó la oportunidad de colaborar con unas chicas que viven allí y que consiguieron transmitirnos su amor por el país. Podíamos haber investigado más antes de nuestra partida, pero decidimos dejarnos sorprender e ir descubriendo poco a poco qué hace a este país tan especial. Y el objetivo se ha cumplido. Hemos vuelto enamoradas de Camboya, de su gente, de sus paisajes, de sus costumbres y de un modo de vida que permanece casi puro, casi sin huellas de ese turismo masivo que arrasa cada país que toca. Lo que no quiere decir que no haya sufrido las consecuencias de éste, sobre todo en los alrededores de Angkor. Lugar mágico dónde los haya pero que deja tras de sí otros aspectos negativos que van consumiendo la pureza del país, como la prostitución, la picaresca, la explotación infantil, laboral y sexual…
Aprovechamos para remarcar la importancia de generar y fomentar un turismo sostenible y responsable, un turismo en el que la huella que dejemos a nuestro paso sea casi imperceptible y que sirva sólo para generar riqueza, riqueza para aquellos que viven en los destinos, para su población, y no para unos agentes económicos externos que poco o nada se preocupan por sus habitantes. Este es el turismo que queremos desarrollar en WOM y, de momento, nos sentimos orgullosas de poder estar cumpliendo con nuestros principios.
Volvamos a Camboya. 30 de Marzo, embarcamos en Madrid. 31 de Marzo, finalmente llegamos a Phnom Penh, la capital. La primera sensación es de ¡están locos estos romanos! Es una ciudad en la que hasta hace muy poco la gente se movía principalmente en bici. El uso del coche y de la moto ha crecido increíblemente sin haberse realizado una política vial decente, por lo que no paramos de dar tumbos de susto a cada esquina. Al final te acostumbras pero de inicio, sorprende. Y qué decir de cuando vas en tuc tuc en vez de en esa robusta furgoneta.. jajaja. Menos mal que todas tenemos un lado salvaje y al final una se hace a todo por la aventura! 😉
Phnom Penh no es una ciudad especialmente bonita pero tiene su encanto y ciertos rincones para no perderse. El primer día, para relajar el cuerpo tras más de 24 horas de vuelos, nos montamos en un barco y recorrimos la parte en la que se unen dos ríos, el Tonle Sap y el Mekong. Nos tomamos un aperitivín mientras iba atardeciendo y la verdad es que fue una buena forma de ir entrando en contexto, aunque todavía nos encontrábamos en una burbuja fuera del caos que conoceríamos posteriormente en el centro urbano.
Todavía estábamos en fase de adaptación, de «superguiris», recién llegadas a una ciudad nueva, a un buen hotel, que pasean en un barco de propietario francés dónde poder degustar un buen vino sin miedo a encontrarse lo peor y a tomarse un zumo con hielos sin peligro a sufrir las consecuencias los próximos días. Nos vino genial para ayudarnos a aterrizar, pero teníamos ganas de pasar al siguiente paso.
Lo bueno de este viaje es que la emoción ha ido en progresión a lo largo de los 11 días. Empezó siendo muy light para lo que este grupo concreto estaba acostumbrado. Pero no tardaron en venir las sorpresas, la profundización en su cultura,…
El día siguiente en la capital sirvió para ayudarnos a contextualizar. Aprendimos las características básicas de su sociedad: política, economía y religión a través de la visita a templo Wat Phnom y al Palacio Real.
Pero también fue un momento duro ya que nos enfrentamos a un pasado terrible. Un pasado del que todos hemos sido cómplices con nuestra ignorancia. En el museo del genocidio, o Tuol Sleng, apreciamos la crudeza del ser humano en su máximo exponente. Si no conocéis la Historia reciente camboyana, os recomendamos que indaguéis un poco. Quedamos alucinadas ante un exterminio de unos de 2 millones de personas (con una población que rondaba los 7 millones) sin motivo alguno. De hecho, tenemos apuntado en nuestra agenda investigar el turbio periodo de los Khemeres Rojos, porque hemos sido incapaces de entender el porqué de tanta crueldad y sadismo.
Nos ha sorprendido enormemente que, a pesar de haber vivido este triste episodio hace nada (del 75 al 79), y tras una Guerra Civil de casi 20 años que finalizó en el 98, los camboyanos tengan un carácter tan apaciguado y encantador. Parece mentira que pueda brotar humanidad tras tanta crueldad, pero se puede.
Os dejamos con este triste episodio de la Historia camboyana para que reflexionéis un poco, pero prometemos que el resto de nuestras aventuras serán menos dolorosas y más divertidas.
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